lunes, 17 de agosto de 2015

Miércoles 18 de Agosto de 2010, Casi la media noche.

Miércoles 18 de Agosto de 2010, Casi la media noche.

Me había quedado ya dormido, con la luz de lámpara encendida, sentado en la cama con el diario a un lado. Soñaba con Laura, la veía sentada en lo que parecía la sala de espera de una terminal de transporte. De pronto se sentó junto a ella un hombre de algo más de treinta años, de cabellos rizados y rojizos, que llevaba lentes y con un donaire de altivez difícil de describir; pero tal vez, lo más extraño, eran los dos accesorios que llevaba consigo; uno era una pequeña llave de bronce como las de los baúles antiguos colgada al pecho con una delgada cadena de plata y el otro, un pequeño collar de cuentas azules que tenía enredado en su mano derecha.

El hombre estuvo hablándole durante algunos minutos, como si tratara de entablar conversación, aunque esta no le prestaba mayor atención; al final ella se levantó de su silla y pasó por mi lado sin verme. El hombre también se puso de pie, caminó y se paró justo frente a mí, mirándome a los ojos, mientras se dibujaba en sus labios una maquiavélica sonrisa. De repente, me despertó un aroma conocido y un ligero escalofrío que me corría por los pies hasta la corona de la cabeza.

– ¡Buena noche! 

Dijo el demonio que había vuelto a tomar la apariencia del joven distraído con la que se había presentado las primeras veces; estaba parado frente a la cama, entre el espejo y yo. Esta vez llevaba una camisa blanca de mangas largas, remangadas hasta la mitad del antebrazo, un pantalón azul oscuro y zapatos negros de material. Pero hubo dos detalles que no pude pasar por alto; la cadena con la llave colgados al cuello y el rosario en su mano derecha.

– Buenas noches –Respondí a regañadientes Sebastián–
– Esta vez no te voy a quitar mucho tiempo, bueno, de hecho como habrás notado ya, nunca te he quitado ni un minuto. Pero ahora, sólo he venido a despedirme, a librarte de mí indeseable presencia y la de mi espejo.
– Me persigues hasta en mis sueños y ahora me dices que te vas a ir… ¿Así nada más?
– ¿Acaso tienes algo más que preguntar?
– ¿Por qué me salvaste esta mañana? –Pregunté solo por preguntar algo–
– No seas ingenuo, con un arma descargada no te hubieran podido hacer daño. Si yo hubiera sabido que ibas a morir no habría intervenido, ya que no está entre mis deseos intervenir directamente en asuntos humanos. Pero tengo cosas mucho más interesantes que hacer, que apreciar el espectáculo patético de un sujeto borracho que cree ser superior a los demás.
– ¿Qué se siente morir? –Pregunté inquieto después de un momento–
– No, lo sé. Jamás estuve vivo.
Pensé por un instante en mi siguiente pregunta, miré al Demonio fijamente y le dije tratando de ignorar el nudo que tenía en la garganta:
– ¿Qué pasa con aquellos que no son lo suficientemente fuertes para enfrentar sus problemas, sucumben y se dejan rendir ante la solución aparentemente más fácil?
El Diablo que sabía exactamente lo que yo quería saber y el porqué de mi pregunta respondió con seriedad:
– Todos los seres humanos son capaces de sobrellevar cualquier situación, por difícil que esta parezca. Aquellos que se rinden y recurren al suicidio, simplemente toman la única decisión de la cual no se pueden arrepentir, porque una vez esto ha sucedido todos sus actos quedan consumados.
Medité nuevamente por un momento la respuesta del demonio y proseguí:
– ¿Podrías contarme algo acerca del fin del mundo? Ese es un tema del que debes conocer algo.
– Ustedes cada año encuentran una nueva teoría acerca de la destrucción del mundo. Pero debo admitir que tienen una imaginación maravillosa.
– ¿Entonces no son ciertas?
El diablo con un tono grave y serio respondió:
– Ustedes han inventado historias maravillosas acerca de este tema. Antiguas tribus indígenas y culturas milenarias, estafadores que dicen haber hablado con extraterrestres y muertos, alucinaciones de ladrones que fingen ser hechiceros y luego se burlan de su credulidad, las profecías de sujetos misántropos y deprimentes, que no tienen ningún fundamento, el principio y el fin de cada siglo o milenio, una guerra entre un hijo mío y el hijo de Dios, astros de tamaño gigantesco que sacarán de orbita su planeta, en fin. Aunque debo admitir; que al paso que van y con su forma de comportarse el fin de la raza humana sobre la tierra y la vida como ustedes la conocen va a ser un espectáculo digno de apreciar que no tardará mucho en suceder. Aunque yo mismo desconozco los detalles de ese suceso que tanto los atormenta.

Mientras decía lo anterior el Diablo paseaba la mirada por la habitación, como si tratara de prestar atención a cada detalle o como si tratara de ignorarme, mientras yo lo escuchaba palabra por palabra con la atención puesta en el espejo.

– Respóndeme otra cosa, ¿Qué querías mostrarle a Laura?
– Yo no quería mostrarle nada, ella por su propia cuenta ha visto lo que necesitaba ver.
– Me refiero a ¿Por qué querías que viera el espejo?

Eh… no, sólo me lo llevé para limpiarlo un poco –Dijo cínicamente el Diablo– Ya que tú no te has ocupado bien de él en los últimos días. En cuanto a la chica, vio lo que necesitaba, nada más. Así es con cada quien, aunque tal vez hubiera sido más cómodo para ti que te hubiera hablado un poco más al respecto. Debe ser muy molesto pensar que te estas volviendo loco. Debe ser muy frustrante para ti no saber si yo me he presentado también ante ella o lo que te dijo fue solo un comentario suelto de su parte.

– Si, Lo es… es una sensación muy desagradable y al parecer tú lo disfrutas mucho.
– Despreocúpate, esto terminará muy pronto.
– ¿Por qué vino a buscarme precisamente a mí?
– ¿Quién, Laura? No lo sé. Creo que ella te ha dado ya esa respuesta. ¿No?
– ¿Acaso el que viniera fue obra tuya? Debes haber estado viendo todo y disfrutando con el sufrimiento de esa pobre muchacha.
– Es posible que sí, es posible que no. Eso ya no importa.
– ¿Y qué pensabas? ¿Atormentarme más con su presencia? ¿O acaso querías saber, si me iba a aprovechar de la situación?, si es así, lamento decepcionarte. Tal vez los seres humanos no somos tan corruptos como tú crees.
– No. Si ella vino fue por su propia decisión no porque yo la hubiera obligado a eso. Tal vez hubieras podido pasar un rato agradable con la chica, no lo niego, eso te hubiera distraído un poco –Luego se soltó a las carcajadas– No, no es cierto, sé muy bien que no deshonrarías tus hábitos solo por tener a una chica sola en tu habitación, no sé porque ustedes los seres humanos tienen que ser tan malpensados y prevenidos siempre; sobre todo los más mojigatos que andan buscando el pecado en todas partes. Pero creo que notaste que ustedes son los peores verdugos de sus almas y victimas de sí mismos, mientras cada uno vive creyendo que su cruz es la más grande de todas. Se lo que has estado pensando, pero nadie te creería si intentaras demostrar que me has conocido y que te he dicho lo que te he dicho, incluso el padre Samuel teme por tu salud mental aunque te lo niegue.
En cuanto a la chica, no puedes ayudarla más de lo que hiciste hoy. Es inútil que intentes buscarla o preguntarle de nuevo por qué te buscó precisamente a ti para confesarse, si también me ha visto, o si sabe lo que ha ocurrido aquí; pues a esta misma hora debe ir en un bus rumbo a otra parte, lejos de esta ciudad, y aún si lograras encontrarla no necesita nada de ti y no creo que quiera recordar nada de lo que ha vivido en esta ciudad.
– Si. Yo la he visto en la terminal de transportes… A tu lado… En mi sueño…
– No le prestes atención a eso; tú lo has dicho… Ha sido solo un sueño –Decía el demonio mientras me guiñaba un ojo–
Noté el tono de doble intención en las palabras del demonio pero decidí no preguntarle nada más al respecto. Luego le pregunté:
– ¿Qué me aconsejas entonces? ¿Acaso no sirvo para ser sacerdote? Es obvio que aún tengo demasiadas dudas acerca de lo que yo mismo predico y que ni siquiera fui capaz de brindarle mi ayuda a alguien que la necesita urgentemente, ni evitar que cometiera una locura. Y lo peor, es que ahora estoy tan aturdido que tampoco me interesa hacerlo.
– Yo no te aconsejo nada; a mí no me importan tus cosas, ya te he dicho varias veces que en mí no puedes confiar. Por mí, puedes hacer lo que se te venga en gana, pero no me sorprendería que abandonases tu profesión, tu vida y tus ganas de ayudar a los demás sólo por lo que has oído y visto los últimos días. En cuanto a Laura, está confundida, al igual que tú, como la mayoría de ustedes por no decir todos lo están. Sus sentimientos van en contra vía a sus pensamientos, sus palabras los contradicen y sus acciones no tienen sentido ni fundamento. Pero ni tú ni yo somos quienes para juzgar eso.
– Un momento –Me detuve para preguntar– Hay algo que no me queda claro, si jamás has estado vivo como es que puedes describir que se siente el hecho de que entre aire en tus pulmones o… el sexo.
– Eso es algo que nunca sabrás. Ya te lo dije, yo soy el Diablo y me doy mis mañas –Dijo el Diablo sonriendo de nuevo–
– Aja… –Inquirí con incredulidad–
– Es simple; si el sexo no fuera una sensación maravillosa ustedes los seres humanos no lo disfrutarían tanto ¿No crees?. En cuanto a lo que te entre aire en los pulmones te puedo decir que también he podido observar los rostros de desesperación de muchos al ahogarse. Es un espectáculo sencillamente interesante.

En ese momento el desagradable aroma del Diablo se hizo imperceptible por unos instantes, y sentí como si el tiempo se hubiera detenido por completo, como si me encontrará solo en el infinito, la respiración me faltaba y me sentía caer en un abismo interminable.

– Está bien –Exclamé moviendo mis brazos y piernas desesperadamente, tratando de recuperar la respiración–
Dudé por un momento de la veracidad de lo que acababa de escuchar, pensé que era solo un juego más del despreciable demonio por lo que preferí olvidar el asunto. Luego agregué:
– Antes me dijiste que mediante la oración y el arrepentimiento podemos salvarnos y salvar a otros.
– Si, mientras esos otros también se arrepientan de sus pecados.
– Alguna vez has intentado salvarte a ti mismo.
– Ya te dije que no puedo.
– ¿Sientes resentimiento con la raza humana por eso?
– No sabría responderte. Aunque si sé que ustedes son muy afortunados y alguna vez quise ser como ustedes. Además he demostrado en innumerable cantidad de ocasiones que ustedes no se el maravilloso don que tienen.
– Tu solo eres un pobre Diablo resentido. Un ser solitario y reprimido devorado por la envidia. –Le respondí–

Al oír esto, los ojos del demonio se iluminaron de un color verde, como el de las fieras cuando se encuentran en la oscuridad y se podía escuchar claramente como al hablar no salían de su boca una; sino varias voces a coro perfecto:

– No seas atrevido, recuerda que yo sigo siendo el Demonio. Tú no conoces mis errores.
Como muy pocas veces desde que se había presentado el domingo en mi habitación, no se le veía sonreír irónicamente y el intenso frío se había transformado en un sofocante calor, que me hacía sudar y me ahogaba nuevamente, pero que no me causaba miedo, ya que se asemejaba mucho más a la imagen que había tenido durante toda mi vida del demonio. Además; por vez primera, sentía que tenía el control de la conversación.
– ¿Y si alguien orara por tu alma? –Pregunté haciendo un esfuerzo–
– Deja de hablar sandeces –Replicó el Demonio– ¿Quién y por qué razón haría eso?
– ¿Y si yo orara por tu alma?

La habitación se silenció nuevamente y el rostro del Demonio reveló un gesto de tristeza que no había mostrado antes. Luego asumió una actitud severa, soberbia y respondió:

– Mejor dedícate a salvar tu propia alma porque para salvar la mía necesitarías que yo me arrepintiera de mis pecados y ya te he dicho que eso es imposible.
– Tu mismo lo has dicho, somos los únicos seres con el don para salvar a otros.
– Pero nadie te ha pedido ayuda –Replicó el demonio–. No sé por qué ustedes los seres humanos se creen con la autoridad suficiente para sentir lastima por los demás.
– Está bien… Si esa es tu respuesta entonces no puedo hacer nada por ti. Pero respóndeme algo más ¿Cuál es el secreto para hallar la paz que tanto buscamos?, Tú debes conocerlo ¿No es así?, tú mejor que nadie debes saber que incluso para nosotros los seres humanos no es fácil corregir nuestros errores.
– Es muy sencillo, –Dijo el Diablo en un tono más indiferente– Ya que eso no es ningún secreto para nadie, aun así es algo que debes descubrir por tu propia cuenta, ya que toda la sabiduría del mundo no es suficiente para hacerte ver lo que se encuentra ante tus ojos. Pero al final, solo es una pérdida de tiempo el hecho de que te preocupes por eso.
– ¿A qué te refieres?
– A que al fin de cuentas, tú sigues siendo un humano como todos los demás, así que no creo que nada cambie; con el paso de los días terminaras haciendo lo que se te venga en gana, olvidarás mis palabras e incluso volverás a fumar, jurándote a ti mismo en silencio que ese será “tu último cigarrillo”. Su falta de fe les impide cambiar, a pesar de sus buenas intenciones; así que no tiene caso que te preocupes –Dijo finalmente entre dientes y con la mirada baja sin atreverse a enfrentar a Sebastián–

Hizo una pausa por un momento, sacó de su bolsillo derecho un pequeño reloj lo abrió y dijo: 

– ¡Ya es hora!, creo que por ahora no tendrás que volver a verme o al menos no mientras estés vivo.
– Entonces, ¿Aquí termina todo, así termina esta historia?
– Claro que no. Esta historia, la historia de tu vida continuará escribiéndose mañana, pasado mañana y el día después; con cada cosa que hagas, cada decisión que tomes y cada pensamiento que tengas; Pero, ahora debo irme, ya que no creo que tengas nada más que preguntar; así que la entrevista ha terminado. Mañana, los sucesos ocurridos los últimos días solo serán una parte de tu historia como tú la llamas; un capítulo más en tu vida.

Se giró en dirección al espejo y preguntó por última vez:

– ¿Alguna peleaste con tus padres?, una pelea tan fuerte que haya sido muy difícil de reconciliar.

Medité por un momento su pregunta y respondí:

– Si, fue un poco antes de entrar al seminario.
– Ya... bueno, a todos los seres nos pasan cosas similares. A veces tenemos peleas tan fuertes con alguien que son imposibles de perdonar.
– ¿Te peleaste con Él?, es decir, con ¿te peleaste con Dios... –Me aventuré a preguntar y añadí– ...y no te lo perdonó o nunca le perdonaste?
– Deberías haber entendido ya que para que otros te perdonen primero tienes que perdonarte a ti mismo y yo, como te lo he venido diciendo, no tengo esa capacidad.

Diciendo esto, despidió nuevamente con una seña de mano y cruzó por el espejo como lo había hecho en la ocasión anterior.

Intenté preguntarle que iba a pasar con el espejo pero el Diablo no respondió. Después de permanecer sentado por unos instantes y comprender que él no iba a regresar más, me limité a cubrir el espejo con la misma sábana blanca de la otra vez. Acabo de escribir esto pero me siento más tranquilo, creo que ahora ya puedo dormir.




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